Queremos dedicar esta penúltima entrada en el blog (antes de nuestra despedida) a unas reflexiones finales acerca del papel que tenían las mujeres en general en la época victoriana. En este blog hemos visto muchas heroínas que justamente lo fueron porque se atrevieron a desafiar los encorsetados valores sociales a los que se veían relegadas en la mayoría de las ocasiones. Muchas mujeres de esa época tan próspera y brillante, a la que hemos dado una visión romántica, tuvieron muy pocas opciones de elegir lo que querían ser y hacer en su vida.
Según Felicia Appell, autora del artículo "Victorian Ideals: The Influence of Society's Ideals on Victorian Relationships" (s.f.), el rol de las mujeres en general en la época victoriana se reducían a casarse bien y darle hijos a sus maridos, los encargados en su mayoría de los puestos de importancia relacionados con el trabajo, la industria, las ciencias o las aportaciones en los diferentes campos del conocimiento. Tener una buena posición en la sociedad era de extrema importancia, por lo tanto desde muy jovencitas (como se puede ver en la foto superior), las mujeres victorianas debían acostumbrarse a encorsetados vestidos y atuendos que las pudieran hacer atractivas según los cánones de la época para lograr "un buen partido". Por supuesto, cuestiones acerca de si ese hombre en cuestión las trataba bien o no, o era un borracho, o un adicto al juego o a las apuestas, se consideraban cuestiones de puertas para adentro y las mujeres tenían que aprender a criar a sus hijos y mantener su posición social como buenamente pudieran, siempre aparentando normalidad en el entorno familiar de cara a sus amistades, familiares, y al resto de la sociedad. Oscar Wilde criticó esos valores que coartaban totalmente la libertad y la identidad femeninas en obras como The Importance of Being Earnest (1895) y Lady Windermere's Fan (1893).
La imagen que dio la Reina Victoria, siempre abnegada, fiel a su marido hasta la muerte y dedicada completamente a sus muchos hijos contribuyó a que esta imagen de mujer dedicada a todo lo relativo a su núcleo familiar (saber cocinar, coser, bordar, tocar música, cantar, llevar la educación de sus hijos, cuidar de los enfermos, tener un aspecto siempre perfecto para su marido y siempre con una sonrisa en la boca) fuera fomentada sobre todo en los círculos de mayor relevancia en la sociedad. Éste era el propósito único que las mujeres de la época victoriana debían cumplir. Y además, podían sentirse afortunadas, porque en esa época muchas mujeres eran tan pobres que se tenían que dedicar a la prostitución. Estas mujeres encorsetadas que Oscar Wilde satirizó de forma tan magistral por lo menos tenían los medios para vivir bajo un techo y tener sustento para ellas y para sus hijos. Este ideal de mujer se denominaba "the angel in the house". La mujer ideal era considerada un ángel de bondadoso carácter, indudable virtud, lealtad completa a su marido, llena de gracia y por supuesto también muy cristiana.
Es por ese motivo que nuestro grupo hemos decidido escribir acerca de las heroínas victorianas: aquellas mujeres que tuvieron la suerte y los medios suficientes de desafiar estas convenciones sociales, acceder a unos estudios o incluso trabajar. Pero, como ya hemos visto, se encontraron con muchas dificultades en su camino.
Por supuesto, desafiar las normas sociales nunca ha sido una buena idea antes de la concienciación social de la que gozamos de respeto hacia la propia identidad y los derechos humanos. El "lado oscuro" del estereotipo del angel in the house era la loca del ático: the madwoman in the attic. El concepto se ve muy bien reflejado en Jane Eyre, de Charlotte Brontë (1847). El protagonista masculino de la novela, el Sr. Rochester, miente a Jane Eyre, la protagonista, al decirle que no está casado. Después se revela la verdad y éste le cuenta a Jane que ha sido maldecido por un matrimonio de conveniencia acordado por sus padres con una mujer que, según él, estaba loca, prácticamente diabólica, y a la que tenía encerrada en el ático de su mansión al cuidado de una mujer que la ocultase a la vista de todos. La novela no menciona grandes rasgos de maldad en esta mujer, simplemente no era obediente, tenía una personalidad fuerte, y se mostraba naturalmente sexual. Todo eso le valió para escandalizar a su marido británico (ella provenía de Sudamérica, y seguramente de otra cultura) hasta el punto en que él decidió encerrarla para olvidarse de su presencia.
Lo que hoy nos parece una locura era un hecho de lo más normal en la época victoriana. Sobre todo las mujeres que no se ajustaban a los parámetros aceptables de carácter y compostura eran castigadas siendo encerradas y no volviendo a ver nunca más la luz del sol. Se las tachaba de locas o incluso poseídas y perdían todo respeto hacia ellas como seres humanos. De esta forma, nuestras heroínas victorianas no sólo debieron de tener mucha suerte al no tener a su alrededor a familiares masculinos o esposos que se decidieran a encerrarlas por ser voluntariosas y diferentes, sino que también debieron de caminar toda su vida sobre una delgada línea que cruzaba lo que ellas deseaban lograr y lo que podían manifestar en sociedad para que no fueran consideradas enfermas o anormales.
En Jane Eyre, Bertha Mason, la "loca del ático" de la novela, consigue escapar e incendiar la mansión en la que llevaba años encerrada, un incendio en el que ella misma muere. En la vida real, muchas mujeres victorianas en esa misma situación murieron sin pena ni gloria ni sin ser jamás mencionadas o recordadas.
Desde este blog, queremos hacer a estas infortunadas mujeres un homenaje a su memoria.
REFERENCIAS:
https://www.mckendree.edu/academics/scholars/issue18/appell.htm
https://kathleenmherron.wordpress.com/2013/03/25/what-is-the-madwoman-in-the-attic/
No hay comentarios:
Publicar un comentario